Despedirse es un movimiento lento.
Qué difíciles son las despedidas, cuánto de pegados están los apegos.
Despedirme de aquellos estudios que quise y no tuve, aquellos momentos que deseé y no llegaron, aquel hijo que no vino o que perdí, aquella relación que no fue cómo imaginé, la ilusión que no se cumplió, aquella enfermedad que me hizo perder alguna parte de mi cuerpo, aquellas renuncias que viví, aquella persona que se fue para siempre.
Puedo negar la dificultad que conlleva despedirse, o revolcarme en ella, puedo racionalizar que no es importante, desear dejarla atrás, no querer volver a mirar.
Pero la verdad es que en cada despedida he perdido un trocito de mi misma. Y eso, no puedo ignorarlo.
Así que, si hay algo seguro es que... despedirse es tan difícil como necesario.
Se hace necesario atenderme con conciencia, con atención , con dedicación. Atender ese hueco que se queda conmigo.
No conviene correr. Me he dado cuenta que si corro probablemente estoy huyendo. Y huir no es la manera. Tampoco es bueno atascarse. Entonces, es que me he quedado paralizada, como estatua de sal, mirando la tragedia.
También he visto que cuando no me despido se complica seguir caminando, y esto ocurre aunque no me de cuenta. Baja la energía vital, o aparece la ansiedad, no estoy a gusto conmigo misma, duermo mal.
Despedirse es un movimiento lento.
La despedida es un camino de soledad porque es un sendero estrecho, muy estrecho, donde solo cabe una persona.
Es como caminar por un filo.
Así que la única forma de atravesarlo es sola con una misma.
La despedida es un proceso íntimo, muy íntimo, donde revisar mis carencias. Porque enfrentar las ausencias, me enfrenta con mis "huecos", con esas partes del puzzle que se quedaron sin rellenar. Mi compañera soledad me da el espacio para esta revisión.
Despedirse es un movimiento lento, un proceso íntimo.
Tengo que ser muy observadora y cuidadosa de mi misma en la despedida. Es un momento delicado, estoy débil y dolorida.
Así que lo primero es pararse, dar un paso atrás y tomar conciencia de lo que me está ocurriendo. Darme cuenta de cuan pequeña me siento y cogerme en brazos. Re-cogerme.
Despedirse es un movimiento lento, un proceso íntimo,
donde poner nuestra conciencia para recogernos.
Duele.
Y hay que dejarse sentir ese dolor.
Dejar sentir el dolor.
Qué difícil. Qué difícil no hacer algo para huir de él, que difícil no buscar cualquier distracción que me haga olvidarlo por un rato, que difícil no meterlo debajo de la alfombra para no verlo, que difícil no mirar para otro lado, hacerme "la loca"....
Qué difícil dejar que el dolor me lleve al fondo......para flotar otra vez.
Pero ese es el proceso.
Las despedidas hay que sentirlas, hay que llorarlas, hay que dejarlas estar. El dolor forma parte de la vida y la sabiduría pasa por aprender a sentirlo, a vivirlo y a superarlo.
Pero no desde el victimismo, ni la resignación, ni el sacrificio. Tampoco porque espere una recompensa terrestre o celestial, ni porque sea lo que se espera de mi, porque alguien me dijo "tu eres fuerte". No.
Primero acepto el dolor, ya está aquí. Ha llegado y lo siento con fuerza en mi cuerpo, en mi mente, y en mi alma.
Lo dejo ahí, decido vivir con él, llevármelo al trabajo, cuando paseo, tenerlo conmigo cuando cocino, cuando leo o veo la tele, cuando estoy con otras personas. No es necesario exponerlo ni disimularlo, no tengo que hacer nada especial con ese dolor, solo sentirlo.
Dejarlo estar conmigo. Es el dolor de lo que no está.
Poco a poco, muy poco a poco, y a medida que voy dejando de tener miedo por no tener lo que me dije que necesito tener, a medida que dejo de sentir enfado por lo que quise y no pudo ser, a medida que las lágrimas barren la pena, el dolor va disipándose.
Respiro, respiro, respiro, confío y sigo adelante.
Despedirse es un movimiento lento, un proceso intimo,
donde poner nuestra conciencia para recogernos y dejarse sentir el dolor.
Voy descubriendo que lo que no pudo ser también vino a darme. Vino a ofrecerme aspectos importantes de mi misma. Me he dado cuenta que debo convertir el fondo en figura. Así aparecen informaciones guardadas sobre mi, aspectos menos visibles pero fundamentales para comprender mi ser.
Por eso se ahora, que lo mejor es honrar lo que no tuve, porque vino a contarme lo que no sabía de mi, lo que creí no ser. Lo que me completa, lo que me hace avanzar. Hay que seguir manteniendo los ojos del corazón y del alma abiertos para no perder detalle.
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Despedirse es un movimiento lento, un proceso íntimo,
donde poner nuestra conciencia para recogernos, y dejarse sentir el dolor.
Despedirse es honrar a lo que no pudo ser.
Y por eso quiero reverenciar a la Vida y a la Luz , y les digo cuanto las quiero, y les hago saber que se.
Se que me llevan de la mano para poder acceder a lo más puro que hay en mi.
Y entonces no tengo mas que agradecer, agradecer poder encontrar este sendero, este nuevo camino que me da la despedida. Doy las gracias por descubrir aspectos escondidos, elementos de mi ser que quizás no sabía ni que existían, y que ahora puedo comenzar a ver.
Son aspectos heridos, dañados que requieren de toda mi consideración y que estaban ahí sin atender.
Despedirse es un movimiento lento, un proceso íntimo,
donde poner nuestra conciencia para recogernos y dejarse sentir el dolor.
Despedirse es honrar a lo que no pudo ser y agradecer.
Y así, la vida me acompaña para que pueda seguir rescatando trozos de mi.
Trozos de mi.
Porque cuando me paro en este proceso, se me muestra un trocito de mi Alma, uno de los trocitos que tengo que rescatar, que tengo que cuidar, al que me tengo que dedicar. Y esta es mi tarea en la despedida, dedicarme a mi.
Dedicarme a sanar mi Alma. Esa a la que en algún momento, abandoné.
Dando otro pasito más, creciendo un poco más, recomponiendo mis alas.
Despedirse es un movimiento lento, un proceso íntimo,
donde poner nuestra conciencia para recogernos y dejarse sentir el dolor.
Despedirse es honrar a lo que no pudo ser y agradecer la oportunidad de sanar lo que sí es.
Ahora ya se para que fue lo que no pudo ser, para que vino lo que perdí, para que desapareció lo que tuve...
Ahora ya se qué ha surgido de esa ausencia. El fondo se ha hecho figura y ya lo se. Puedo soltarme. Soltarme para seguir.
Y ahora creo, solo lo creo, que ya ha pasado lo peor. Ahora aunque cansada, mi fuerza interior me acompaña, ahora se qué tengo que hacer, comienzo a vislumbrar algo en el horizonte.
Respiro, respiro, respiro, confío y sigo adelante.
Y ahora ya puedo soltar.
Despedirse es un movimiento lento, un proceso íntimo,
donde poner nuestra conciencia para recogernos y dejarse sentir el dolor .
Despedirse es honrar a lo que no pudo ser y agradecer la oportunidad de sanar lo que sí es.
Despedirse es soltar.
Ana García
Psicóloga y Psicoterapeuta
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obdulia (miércoles, 02 noviembre 2016 14:25)
sin palabras, es duro....